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La historia de la "Campana Gorda" de la catedral de Toledo

En 1753 se fundió la llamada "Campana gorda". No es su nombre "oficial", por supuesto, pero si es el popular, dadas sus características: casi 18 toneladas de peso y casi tres metros y medio de altura. 

 Dicha campana se realizó en el Palacio de Munárriz (que está frente al antiguo Colegio de Infantes), a no demasiada distancia de la Catedral, en dirección al río. 

El primer problema que se encontraron fue cómo trasladar 18 toneladas por las estrechas calles de Toledo, cuesta arriba, superando una acusada pendiente (subió más que probablemente por la Calle del Barco). 

 El segundo problema fue girar hacia la izquierda por la actual Calle Cardenal Cisneros (un giro de 90º de dimensiones angustiosas para un transporte como éste). 

Una vez llegados a la Plaza del Ayuntamiento, el tercer problema fue cómo subir la campana hasta lo alto de la torre. A ello se unía un cuarto problema: por dónde introducir la campana en la torre. Y un quinto: cómo sujetarla en su interior para que no se cayera por su peso ni ocasionara daños estructurales en la Catedral. 

Existen distintas teorías al respecto, pero si uno se fija en la torre observará aún hoy, unos mecanismos de hierro, con poleas, justo a la altura de la campana. Ello nos da una pista sobre la solución al tercer problema. 

El cuarto problema se solucionó abriendo el cuerpo superior de la torre, eliminando parte las ventanas ojivales, exactamente las del lado oeste (las paralelas a la fachada principal). Ello puede observarse al comparar los tipos de granito utilizados en la torre, su color y su grado de erosión. El granito blanco utilizado en la época en otras obras de la Catedral diseñadas por Eugenio Durango (la fachada principal, por ejemplo) se utilizó en la torre para solucionar el quinto problema. ¿Cómo?: en lugar de las ventanas ojivales este y oeste, se construyó un muro y, en su interior, un fortísimo armazón de madera y hierro que sirviera para absorber la tensión y el peso de la campana, distribuyéndolo por la torre. 

Y, para acceder al cuerpo principal de campanas (hay multitud de campanas aparte de éstas, dispuestas de otro modo en la torre), se construyó una práctica escalera de caracol. 

No obstante, los muy habilidosos artesanos y arquitectos no repararon en el sexto problema: la potencia sonora de la campana. Dice la leyenda popular que, cuando se estrenó la campana, todos los cristales de Toledo estallaron. Evidentemente, es una exageración, pero lo que sí es cierto es que la vibración y el sonido fueron tan fuertes que la campana se rajó y así sigue estando hoy día. 

Durante un tiempo pudo ser visitada por toledanos y turistas. Los continuos actos de gamberrismo en lo alto de la torre acabaron con dicha iniciativa, aunque está en estudio una próxima reapertura, restaurando el espacio interior de la torre y la muy empinada, angustiosa y estrecha, estrechísima, escalera de subida.

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