Vistas a la página totales

EL PATIO QUE NO ERA MIO

Gerardo Scioscia 

EL PATIO QUE NO ERA MIO 

 El patio en el que jugaba no era "mi patio" pero lo sentia como si hubiese sido. Ese patio emparrado pertenecia al dueño de la casa que alquilaban mis padres, pero yo, lo tenia como propio. Es que allí pasaba las tardes luego de la escuela y además, en el verano, comia a escondidas algunas uvas de los racimos que en abundancia, colgaban de la parra plantada por el dueño de la casa tiempo atrás, un sastre de orígen friulano, al que acudian los vecinos para hacerse sus trajes a medida. 

 

Claro, las uvas yo las comia a escondidas porque al propietario del.parral era muy celoso y no le gustaba que le robaran las uvas que utilizaba para elaborar su propio vino. El emparrado se extendía por un ancho y largo pasillo que desembocaba en un terreno lindero, en el que se plantaban distintas hortalizas. Allí no ibanos nunca, pues decían que habia un encargado de espantar a los gorriones y palomas y evitar que atacaran el sembradio. A él no nos acercabamamos por temor a que ese " moustro" nos hiciera daño, por lo que nuestro lugar de juego se limitaba únicamte al patio, cuya mitad estaba embaldosada y el resto era de tierra y bordeado por canteros donde había, entre otras flores, plantas de calas que servian para llevar a los cementerios, cuando se concurria a visitar a familiares fallecidos. 

La parte del patio embaldosada la dejabanos libre para cuando venia alguna vecinita del barrio -eso ocurria con frrcuencia- y entonces alli se jugaba a la rayuela o al elástico. En cambio, nosotros, siempre ocupabamos la de tierra. En ese sector con varios chicos organizabamos carreras de autitos plástico; trazabamos un circuito con curvas y contracurvas y tambien, construíamos algún puente. Luego rellenabamos los cochses con plástilina para que pesaran mas, pues al ser de plástico, eran muy livianos y se desviaban de la ruta marcada. Con ellos pasabamos horas jugando en ese patio que sentia como propio. Otras veces nos juntabamos a jugar a la bolita con algunos amigos que llegaban sin aviso, porque entonces, la puerta de calle siempre estaba abierta. "Si habré ganado lecheras jugando al "hoyo y quema" . En ese sitio tambien nos reuniamos para armar nuestro bsrrilete, que luego remontabamos en ls calle de tierra, tratando que llegara lo mas alto posible. 

Los dia de semana la cita era siempre despues de la merienda. En cambio, los fines de semana no había horario para reunirnos. Entonces nos encontrabamos en el patio y entre todos decidiamos el juego. No faltaba quien viniera cargado de soldaditos de plomo y con ellos " jugabamos a la guerra"; disponíamos los ejercitos de cada bando y cavábamos trincheras en esa tierra apisonada del patio que hoy recuerdo. Esos pozos que haciamos, enojaban al dueño de casa que nos recomendaba " he chico cuando terminano no quiero vere pozos", pero rara vez los tapavamos, porque nuestro juego de " la guerra" terminaba casi al oscurecer. De todos modos al día siguiente soliamos rellenarlos apisonando la tierra floja con nuestros pies. 

Hoy muchos recuerdos se agolpan en mi mente de ese patio que no era mio, pero que disfrute intensamente con amigos de la infancia, varios de los cuales ya no estan. Si hasta me parece sentir el aroma dulzón de las uvas maduras que tanto me gustaba comer a escondidas. Es que lo mejor de mi vida transcurió en ese patio que no era mio. Si, ese patio supo de vida pero tambien de muerte el día que cometí una masacre y de la que estoy arrepentido. Fue una tarde de verano en la que estaba disfrutando de una uvas, que desde lo alto de la parra, varias calandrias parecian burlarse de mi. Ellas picoteban los racimos y luego cantaban, pero yo estaba dispuesto a defender el fruto de esas plantas que sombreaban el patio. Entonces, con certeros hondazos mate a tres de ellas, las que cayeron pesadamente sobre el patio. Luego, al ver sus cuerpitos inertes no podia entender como habia hecho semejante cosa. Me preguntaba una y otra vez el porque y me puse a llorar. En ese patio de vida había conocido la muerte. Cavé un pozo, tome en mis manos las aves sin vida, pedí perdón y las sepulté en ese patio que no era mio, pero que tantas veces me había visto reir de alegría y ese día, también me vió llorar por el crimen cometido. Sobre el final de mis dias, aún sigo cargando con esa culpa de haber enlutado el patio, que no era mio, pero que igual yo queria.

Comentarios

Entradas populares

ENFERMERA, Poesía dedicada a las enfermeras y enfermeros en su día, Por Gabriel Tejo

LOLA MASSEY - CAMINO A LOS GRAMMYS 2014

FERIA INTERNACIONAL DE COLECCIONISMO DISCOGRAFICO

Google