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PARA QUIEN LE INTERESE LA TEMATICA

Gerardo Scioscia 

PARA QUIEN LE INTERESE LA TEMATICA 

En ¨Blanco y Negro ¨ de Harnold Printer fui Scott y hoy, les cuento mi vida o al menos, lo que imagine para ese personaje. 

 

Escribir sobre mi pasado me cuesta. Ese es un tiempo que busco olvidar, pero me he de esforzar para hacerlo. 

Me llamo Scott Connery y nací en un humilde barrio de Glasgow, llamado Gaiton hace 58 años. Mis padres fueron un alcohólico de nombre Ewan y origen escoses, también nacido en Gaitan, pero mi madre, Jaquie era ecuatoriana. Ambos se habían reunido bajo un mismo techo de uno de los varios monobloc que tiene esa barriada y en los que el olor a orín y las jeringas tiradas por el piso, abundaban. Al poco tiempo de mi nacimiento mi padre quedó sin trabajo y vivió de changas. Para escapar de esa triste situación comenzó a beber. Mi madre se había acostumbrado a verlo borracho, pero con el tiempo, sintió sobre su cuerpo los primeros golpes de mi padre. Fue cuando yo tenía unos onces años y ese recuerdo de verlo gritándole e insultándola, siempre está presente. Ella se fue acostumbrando también a ese trato, pero se evadía consumiendo marihuana. Con el tiempo las cosas empeoraron y yo ya no existía para ambos. Entonces un día me largue de mi casa. Tenía apenas 12 años y empecé a ir de un lado a otro. Comía y dormía donde podía. Una vez rompí una vidriera y me pescó la policía. Fueron ellos los que citaron a mis padres para que me retiren. Aunque olía a alcohol, cuando vino a buscarme, parecía fresco. Al llegar a lo que era ¨la casa¨ encontré a mi madre tirada en un rincón totalmente ida y él, al tiempo que me reprochaba mi huida, me azotaba descargando su rabia. Había faltado unos tres meses y en cada golpe que me daba, yo juraba que nunca más me encontrarían. Así fue. 

 Una noche en que ambos peleaban Tome la foto de mi madre que conserva en un rincón de la casa luego de mi forzado regreso, también algo de abrigo, porque eso me serviría para los días fríos y húmedos, además de un cuchillo que me serviría para defenderme y conseguir alimentos. Tome la calle que me llevaba a la estación del ferrocarril, y allí pase mi primera noche de fugitivo, escondido en un vagón. Ya no tenía padres. Un tiempo me mantuve en los alrededores de la estación, de la que me alejaba para arrimarme a los campos cercanos y robar frutas y así alimentarme. Otras veces concurría a comedores del Ejército de Salvación en busca de un plato caliente, pero siempre huyendo de la policía. Esos fueron mis primeros 25 años de vida en soledad y en la calle. De día solo me ocupaba de conseguir algo de comida y deambular con rumbo incierto, pero a la noche siempre regresaba a la estación, en la cual ya tenía un sitio donde dormir. Pero ya no resultaba fácil estar allí. Hacía tiempo se habían sumado otros dos vagabundos y las peleas con ellos eran constantes, así que decidí marcharme y me subí al primer tren que salió para Londres. 

Vivir en la calle esquivando a policías y borrachos no me resultaba fácil y menos con mi salud descuida. Pero había llegado a la gran ciudad tan solo con un par de raídas frazadas, un atado de ropa conseguido en una entidad benéfica, mi cuchillo y el retrato de mi madre. Con esas únicas pertenencias llegue a Londres. Allí la vida era distinta. Andando de un lado a otro en esas calles atestada de gente y siempre solo, pasé otros diez años. Mi andar ya no era tan ágil y las poca pertenencias que arrastraba ya comenzaban a pesarme. En mi andar por los distintos barrios de Londres llegue a Fulham. En uno de sus parques, el Hurlingham Park me cruce con Niurka una mujer mayor, que también vive en la calle, Ella me contó que es de origen rusa y que con sus padres llegó a Inglaterra hace muchos años escapando del régimen soviético. Ella es mayor que yo y desde que la conocí solemos encontrarnos en distintos lugares y, aunque cada uno hace la suya, yo me convertí en algo así como su protector. Tanto es así, que hace cinco años le dije que era mejor vivir de noche y mantenernos refugiados durante el día. De ese modo, le explique ¨no hay sombras que nos persigan¨. Desde entonces, vivimos así, solo de noche en la que encontramos un particular encanto de ver la vida iluminada escasamente con luz artificial.

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