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BUSCANDO A LA SUERTE


Gerardo Sioscia
BUSCANDO A LA SUERTE
¨Vamos, es hora de irnos¨ le dijo apoyando su huesuda mando sobre el hombro. Al escuchar esas palabras, el anciano, que estaba inmóvil y pensativo arrodillado frente a una mata de pasto, solo pidió un tiempo más. ¨No hay más tiempo¨  y agrego con voz imperativa ¨ya tenemos que partir y el viaje es largo¨. ¨Espera un poco más¨, le imploro con voz temblorosa, al tiempo que le mostraba como continuaba buscando lo que ya le estaba consumiendo la vida. ¨Aquí lo encontrare -le dijo con un grito-, y por eso te pido un tiempo más¨. Aunque no tenía costumbre de estirar plazos, levanto su mano del hombro del anciano y desapareció.

El hombre había vuelto a mentir una vez más, como lo hiciera toda su vida, y cada vez que preguntaban sobre el resultado de su infructuosa búsqueda. Sin embargo, esta vez no engaño a su interlocutor, al que ni siquiera miro, pero éste, solo le dio un poco más tiempo. Al levantarse, el hombre maldijo nuevamente su suerte y se hecho a caminar rumbo a su casa. Iba lento y pensativo, como quien no tiene ganas de reencontrarse con la verdad. Es que ya nadie lo esperaba y, lo que alguna vez fue una casa cómoda, estaba en ruinas. Al abrir el cancel, una voz extraña interrumpió sus pensamientos.
-¨Mañana será un día espléndido¨, se dijo se dijo luego de reconocer la voz que retumbaba en su cabeza. Era la misma que dos décadas antes, le había anunciado que, si lograba reunir una docena de tréboles de cuatro hojas, su suerte cambiaria para siempre. Le aseguró que Con ese amuleto en su mano, podría lograr todo lo que deseaba. Así que desde ese momento estaba empeñado en conseguirlos y detrás de esa meta, abandonando todo lo demás. Como no iba a seguir ese consejo, si, cuando pequeño, había leído que Eva, al ser expulsada del Paraíso, se llevó consigo un trébol de cuatro hojas para alejar a los malos espíritus. Además, en su pueblo, todos creían que un trébol de esas características, encontrado de modo casual, les daría suerte.
Pero a él, le aconsejaron que saliera a buscarlos. En un principio le dedico el tiempo libre para ello, pero luego, comenzó a sumar más y más horas descuidando sus labores cotidianas. Desde la primera que escuchó la voz que le diera ese consejo y explicara el significado de cada uno de sus hojas, pasaron veinte años. En ese tiempo perdió a su esposa, sus hijos, como también el campo heredado de sus padres. Pero ese no alcanzó para olvidar que la cuarta hoja significaba riqueza mientras que las restantes, fama, amor y salud. El deseaba lo primero y tras ese objetivo dedicó casi toda su vida.
El comienzo su búsqueda se resumía en los lugares sombríos y húmedos de su campo, lugar donde prospera ese tipo de hierba. En su afán de búsqueda descuido el resto de las tareas, y esa tierra se fue cubriendo de distintos tipos de hierbas, entre ella, de más tréboles. Entonces en él, allí pasaba días enteros removiendo cada matas de pasto donde suponía se hallaba ese amuleto de la suerte, que lo convertiría en rico y poderoso con solo poseerlo. Eso le prometió la extraña mujer, cuya voz volvió a escuchar a entregar a sus acreedores el campo que fuera de su familia. Solo quedó para su uso, una pequeña casa, pero que ya estaba en ruinas por falta de cuidado. A ella regresaba luego del encuentro con quien horas antes le había pedido acompañarlo en un largo viaje.
Volvía con otro fracaso a cuestas, pero dispuesto a continuar esa búsqueda luego que la extraña voz le susurrara que estaba cerca de hallar los codiciados tréboles de la suerte, aunque no sabía por cuánto tiempo más podría hacerlo porque los años ya le pesaban. Es que el paso del tiempo se le notaba en su rostro y todo el cuerpo. Sus manos siempre teñidas de tierra y verde hierba se las veía temblorosas y su andar muy lento. Los años lo estaban venciendo. Ceno una sopa con trozos de pan y se fue a dormir pensando en mañana. Aún no había podido conciliar el sueño, cuando irrumpió en su cuarto una brillante luz que luego dio paso una mujer toda vestida de blanco. Sorprendido se incorporó de la cama, mientras que la imagen se le acercaba y le pedía que se quedara tranquilo, ya que solo venía para decirle una palabras. El hombre que la miraba con enormes ojos intento incorporarse, pero la visitante con un gesto se lo impidió.
Luego de llegar hasta los pies de la cama, con suave voz le dijo ¨hace tiempo buscas la riqueza de un modo inusual, y que aún no has hallado, al contrario, perdiste todo lo que pudo haberte hecho feliz¨. El anciano nada dijo, solo escuchaba esas palabras que se clavaban en sus oídos como puñales. ¨Estuviste veinte años tratando de encontrar algo que solo aparece de modo casual y cuando menos lo esperas. Pues hombre, has seguido un mal consejo¨ le dijo. La mujer hizo un silencio y luego le propuso que se olvidara de esa búsqueda. Aunque no hubo respuesta, la mujer que flotaba en el aire se arrimó a la cabecera de la cama y le recordó que si cada hora empleada en la búsqueda de algo mágico lo hubiera empleado en su trabajo, hoy sería millonario¨. Al escuchar esto último, el hombre abrió los ojos y maldijo de su suerte. ¨Pero qué puedo hacer¨, preguntó a la mujer que sin dar respuesta desapareció.
Esa noche le costó dormir y aunque no dejó de pensar en los tréboles de la suerte, no tuvo apuro por levantarse. Aun en la cama, repasó su vida. Fueron veinte años no pudo. concretar. Quería reparar un café para comenzar esa mañana, la que aparecía soleada y propicia como otras tantas que le habían valido para ir detrás de un sueño. En eso estaba cuando una voz que escucho detrás su espalda le dijo ¨vamos es hora de irnos;¨¨.

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