Gerardo Scioscia
TITANIC: LA OTRA CARA DE LA TRAGEDIA
Mientras los pasajeros del enorme barco bailaban o bebían champán en los lujosos salones, en la sala de máquinas ubicada bajo la línea de flotación, los paleadores del carbón utilizado para alimentar la caldera cuyo vapor movilizaba los motores, realizaban esa labor en condiciones sobrehumanas. En ese sector, la temperatura ambiente era agobiante y el viaje muy distinto al de los pasajeros de primera, segunda y tercera clase. Por el duro trabajo, esos hombres recibían siete dólares al mes, mientras que los pasajeros de primera clase por el viaje pagaron 1100 dólares cada uno.
El barco que, según algunos desafiaba a Dios, tras chocar con un tempano de hielo, el 15 de abril de 1912 se hunde en el Atlántico. De las 1517 víctimas que arrojo la tragedia, apenas se rescatan 328 cuerpos, los que fueron tratados de acuerdo a categoría del pasaje. El rescate de los cadáveres estuvo a cargo de los barcos funerarios Mackey Benenet y Minia. Los que eran pasajeros de primera se los coloco en ataúdes de madera y deposito en la proa del primer barco. Los de segunda fueron envueltos en lona y colocados en el centro de la embarcación, mientras que los de tercera y los tripulantes se los deposito en una cámara frigorífica.
Todos los cadáveres fueron luego llevados a tierra para que sus familiares los reconozcan y sepulten. Como se ve, luego de muertos se los continúo tratando según el valor del pasaje contratado. Nada que ver con la historia contada por el cineasta James Cameron y protagonizada por Leonardo di Caprio.
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