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LAS APARIENCIAS ENGAÑAN


LAS APARIENCIAS ENGAÑAN 
Un grupo de niños traviesos, a la hora de la siesta llegaban a la casa de un hombre, al que consideraban un moustro para, apedrearla y mofarse de él cuando salía. Lo creían muy malo y lo provocaban para ver su reacción. Los ataques lo repetían cada vez que pasaban por esa casa de madera y chapa. Una de esas veces, a un chico del grupo le llamo la atención que " el moustro" no saliera a correrlos y solamente de limitaba a gesticular y pedirles que no lo molesten, aunque por una dificultan en el habla, los pequeños no lo entendían. 

Una de las últimas veces que realizaron esa travesura, el hombre, antes de salir a reprenderlos, se tapó su rostro y parte del cuerpo con una manta, para evitar que salieran corriendo al ver su rostro deforme. Es que pretendía explicarles que le había pasado. Sin embargo esa demora fue interpretada por ellos como que el tiempo fue empleado en la búsqueda de algún elemento psra agredirla, por lo que apenas lo vieron asomarse por la puerta salieron disparando. Solamente uno de ellos llamado Miguel se quedó unos instantes más y luego de verlo así vestido, corrió tras el grupo.
Pero a Miguel, que ese hombre al que por su aspecto consideraban "un moustro" se cubriera para no mostrarse, le llamo la atención. Apenas pasaron diez días cuando el grupo se reunió para cometer nuevas tropelias. Con sus gomeras colgadas al cuello salieron a cazar pajaros y espantar los perros que se cruzaban en su camino. Al llegar a la casa de madera y chapa, la ametrallaron a ondazos, provocando tal ruido que varios vecinos salieron de sus casas para ver que pasaba. Quien no salió fue el dueño de la casa atacada. Él no quería que los habitantes de esa barriada lo vieran así. Todos lo conocían desde muy joven y esa era la razón para no mostrarse ahora. Entre tanto, los responsable del ataque al ver el revuelo que armaron, habían desaparecido.
Pocos días después volvieron al lugar. Pero esta vez, ellos resolvieron tirar las piedras con la mano y uno por vez y el último seria Miguel. Sin embargo cuando aún tenía la piedra en la mano salió el dueño de la casa rápidamente, totalmente cubierto y gesticulando, que el chico quedo paralizado. Pero el hombre no mostraba una actitud intimidatoria y eso lo tranquilizó. Con el clásico gesto de mano le pidió que se acercará y el niño, asi lo hizo con cierto temor. El hombre le habló largo rato y, al momento de despedirlo, pidió que trasmitiera esas palabras a sus compinches. En un gesto amistoso, también le regaló una pelota de fútbol para que la usará con sus compañeros.
Miguel se alejó pensando en las cosas que le dijo ese hombre, al que creían un malvado moustro por su feo aspecto. Tras convencer a sus amigos, una tarde llegaron a la casa de pecaria, a la que tantas veces apedrearon, pero esta vez, no tiraron piedras. Fue Miguel el encargado de golpear la puerta. Unos instantes después su unico habitante apareció en la puerta y con su particular modo de hablar, los invito a ingresar a su casa, bastante deteriorada por cierto. Alli ubicados se presentaron dando cada uno su nombre, mientras que el dueño de casa dijo llamarse Roque y que siempre quiso contarles algo y ese momento había llegado. Les dijo que no temierán al tiempo que les preguntó si podía quitarse la manta que lo cubría. Aceptaron el pedido porque ya sabían que se llamaba Roque, y nada indicaba que serían agredidos por él.
El grupo se habia acomodado como pudo por el escaso mobiliario. Solamente Roque se ubicó en un sillón, que parecía haber sido diseñado especialmente para su cuerpo. Aunque estaban en presencia de un hombre totalmente desfigurado, esta vez no sentían temor. Su labios no eran normales, se los veia hinchados y deformes por lo que su habla era dificultosa. En su cara no había cejas y, además, tenía varias cicatrices que se extendían por el cuello. También sus manos estaban hinchadas y la piel con un brillo muy particular, haciéndolo muy feo. Pero el tenía algo para contarle a esos pequeños que tantas veces acribillado su casa a piedrazos.
En un enorme contraste con la figura que tenían frente a ellos, dos cuadros colgados en una de las paredes mostraba a un joven esbelto en uno y en en el otro, a la misma persona, pero con uniforme de bombero. Roque les pidio disculpas por asustarlos con su imagen y les explicó que su estado era consecuencia de un doloroso suceso que iba a contar." Yo era bombero e interviene en mas de un siniestro, en los cuales muchas veces arriesgue mi vida" les dijo. " En uno de ellos sufrí quemaduras en el rostro y gran parte del cuerpo y tuve que retirarme " les dijo en tono melancólico. En ese sentido les recordó que " fue una noche que se quemó una casa de madera, donde quedaron encerrado tres criaturas. El fuego voraz devoraba todo y yo me ofreci a sacar a los pequeños de ese infierno. Dos veces ingrese a la casa en llamas, pero cuando iba por el tercero de los niños el humo impedía ver el camino a seguir, por lo que tropecé y caí sobre unos maderos encendidos y eso fue lo ultimo que recuerdo. Mis compañeros me llevaron al hospital y allí me enteré que el pequeño no pudo ser rescatado. De no haber sido por la caída yo podía haberlo salvado" dijo con dolor. "Por eso- prosiguió telatando- cada vez que veo mis quemaduras ellas me recuerdan que no pude rescatar a ese niño que tuvo una muerte atroz y al que pude haber salvado de no sufrir esa caída". En cada palabra se notaba el dolor que le causó no poder cumplir el salvamento del tercer niño.
Los chicos que siguieron el relato con lágrimas en los ojos pidieron perdón por haberlo creído un moustro y al tiempo que prometieron no tirar más piedras a la casa. Entonces le entregaron sus gomeras como prenda de amistad y tambien se comprometieron a regresar otra tarde, y así, compartir charlas y dulces con su nuevo amigo.

Gerardo Scioscia 
Mar del Tuyú 
25 de febrero 2020

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