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EL HOMBRE QUE PERDIÓ SU SOMBRA


EL HOMBRE QUE PERDIÓ SU SOMBRA 
A Carlos lo conocí en una de mis tantas excursiones de pesca y su forma de ser, siempre llamó mi atención. El vivia a orillas de un rio que desemboca finalmente en el mar y yo, lo descubrí de modo casual, mientras buscaba obtener buena pesca. Desde entonces le realice asidua visitas, ya que el lugar era un excelente pesquero. Contó que desde pequeño, él se dedica a esa actividad, que en sus comienzos lo hacia con un espinel mientras que lo obtenido lo vendía a ocasionales habitantes. Su vida transcurrió siempre del mismo modo; pescando y con pocas preocupaciones. Es que a él le alcanzaba con tener unas galletas y unos mates amargos, que se cebaba en un pequeño jarro, donde una gastada bombilla apenas era sostenida por un poco de yerba. Para ello, en una ennegresida lata que alguna vez supo contener aceite, calentaba el agua. Por otra parte, un cucharon conseguido quien sabe donde servía para tomar el agua de la lata y echarla en el mate. 

Esos elementos y una casilla semi destruida, un bote y sus artes de pesca eran sus únicos bienes. Su aspecto físico era el de un hombre acostumbrado a la soledad y de poco hablar con extraños. Hacerlo conmigo llevo tiempo. El entrar en su mundo me costó una caña de pescar y decenas de paquetes de yerba que le obsequiava en mis visitas. A cambio el me daba datos de los lugares de mayor pique y de como llegar a ellos ya que de tanto andar por la zona, solo el sabia de su existencia.Para Carlos no había secretos, pues la conocía como la palma de su mano.
Unas veces con su bote salia a recorrer el río, mientras que otras pescaba desde la orilla y en los " pozones ". Las condiciones de la embarcacion que usaba no eran las mejores. La quilla tenia faltantes de madera, mientras los remos iban holgados en sus encastres, por eso de tanto en tanto se salían de los mismos. Es que solamente Carlos podía navegar en esas condiciones. Pero de ese hombre habia detalles que me llamaron siempre la atención, como por ejemplo, que pasaba gran parte del día de espalda al sol. Asi lo hacia cuando pescaba o pasaba muchas horas en soledad. El, sus aparejos y el agua nada mas.
Un fin de semana que caí por la zona, lo sorprendí sentado frente a su casilla y de espalda al sol. A medida que me acercaba oía como si se confesara con alguien, aunque no había nadie a su alrededor. Al verme, me saludo como siempre y luego hizo silencio. El hombre estaba habituado a los silencios y cuando lo creí prudente, pregunte con quien hablaba, aunque hizo que no me oyó. Entonces extendi un par de paquetes de yerba que le había traido, y me invito a matear. Sobre el fuego que siempre mantenía encendido puso la ennegresida lata con agua. Abrió uno de los paquetes y volco yerba suficiente para cubrir la bombilla. En esa operación advertí, que hacía tiempo que no tenía yerba y que ese seria su primera malteada en dias. Si bien me causaba repulsa la falta de higiene de los elementos que utilizaba, compartí varios mates con él. Así me contó de la actividad que realizó en los últimos días, y sobre la cantidad de lisas y pejerreyes que obtuvo. Luego nos arrimamos al río y pescamos juntos. Más tarde y cuando aún no había caído el sol, nos despedimos. Antes de hacerlo y movido por la curiosidad, pregunte porque siempre buscaba estar de espalda al sol y solamente encontre como respuesta un " es mi costumbre" . Luego me despedí con un " hasta la vuelta" y me puse en marcha. Apenas habia dado unos pasos cuando lo escuche hablar, gire mi cabeza y al ver que no había nadie segui mi camino.
Por razones laborales no pude volver al lugar durante años. Cuando lo hice, encontre su rancho casi en ruinas y Carlos no estaba en la puerta como otras veces. Pense lo peor, pero como vi la purta entreabierta, me anime y entré. En la penumbra del cuarto lo divide sentado en. rincón y. a pesar de su larga barba, reconoci su rostro. Nos saludamos. pero esta vez no hablamos de carnadas y peces. Con tristeza me contó que por razones de salud no debía expoenerse al sol, por lo que debió cambiar de hábitos.
Solamente podría pescar con el bote o desde la orilla por las noches. Pero lo peor, según me confesó, es que ya no puedo hablar con ella. Entonces caí en la cuenta que en la soledad que vivia. se habia acostumbrado a charlar con su única compañera. su sombra y que ahora, por andar a la luz de la luna lo había abandonado .

 Scioscia Gerardo 
Mar del Tuyú 
24 enero 2020

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