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DON MAÑANA MURIÓ AYER


Gerardo Scioscia 
 DON MAÑANA MURIÓ AYER 
 A Don Goyo todos sus vecinos lo conocían por su vida muy particular; cuando todos volvían de sus tareas diarias, el recién salía para hacer ¨algo ¨en su campo, es decir recién las comenzaba, pero todo dejaba a medias. Cuando los primeros ya estaban en su casa luego de trabajar todo el día, Don Goyo preparaba sus elementos de labranza para hacer lo mismo. Al caer la noche solamente había abierto un par de surcos, por lo que con un ¨mañana será otro día ¨se iba a descansar. En su vivienda, el hombre, prefería quedarse mirando las estrellas hasta que el sueño lo vencía. Ya en la cama hacia planes para el día siguiente y luego de un ¨mañana será otro día ¨ se quedaba dormido. Sus ronquidos no tardaban en inundar todo su rancho, digamos mejor una tapera, eso en realidad se había convertido su morada. 

 Don Goyo tenía costumbre de levantarse cuando el sol ya estaba alto y solo entonces, bajo unos pocos frutales que nadie sabe el cómo aún continuaban en pie, se ponía a matear. Entre mate y mate pensaba como organizar su jornada laboral, que comenzaba, como dijimos, cuando sus vecinos ya daban por concluidas las suyas. En lo que fuera alaguna vez una linda casa, ahora sólo estaba lo imprescindible. Unos estantes sucios servían para guardar ciertos cacharros de la cocina. En el fogón siempre había leña ardiendo porque como no quería que se apague, algunas veces le arrimaba gruesos troncos y otras, solo algún cardo para reavivar la llama y cocinar alguna cosa. Claro, prefería gastar leña y mucha, antes que tener que reiniciar el fuego cuando solo quedaban brasas. Todos los días eran iguales para él. Se levantaba tarde y se acostaba temprano y ninguna tarea comenzada la terminaba. Por esa razón su fama de holgazán trascendió el pueblo y todo ya lo conocían como ¨Don Mañana¨.
 Pero aunque don Goyo no lo sabía, en su rancho también habitaba un duende que de tanto en tanto le recordaba las tareas pendientes. No sabía que lo seguía muy de cerca. Le recordaba encargarse de las cosas que debía hacer, dejando notas en distintos rincones de la casa, pero estas eran ignoradas, ya que pensaba que era mejor emplear el tiempo en otras cosas. Una noche, y mientras Don Mañana dormía a pata suelta el duende le dejó al pie de del catre, una nota donde la reprochaba que, por no haber arreglado a tiempo los alambrados de su campo, la poca hacienda que se le había escapado y, como nunca a esos animales los había marcado, ellos se habían mesclado con el de los vecinos. Sin embargo, cuando se levantaba cerca del mediodía, se dedicaba a maldecir la escasa suerte que tenía. Sin embargo lo peor para Don mañana estaba por venir.
 Don Goyo se había recuperado aún por la pérdida de las pocas vacas que poseía, cuando un fuerte viento comenzó a soplar. Eso le recordó que debía cambiar algunas vigas de su techo que, por falta de cuidado, se habían deteriorado de un modo que ponía en riesgo toda la cubierta. De todos modos, al cesar el fuerte viento, pronto olvido de llevar a delante esa reparación y continuó reprochándose por su mala suerte. Por su parte, el duende anotó en un papel que luego dejo al pie de la cama de nuestro personaje que ¨si no reparas pronto el techo, una tormenta te dejará sin el ¨.Al levantarse, vio el papel luego de mirarlo con extrañeza, se preguntó ¨ ¿quién habrá entrado mientras yo dormía ¨, esa fue su preocupación. En cuanto al recordatorio sostuvo que ¨hay tiempo para arreglar el techo ¨, y marchó en busca de los animales que se habían escapado el día anterior. Pero no fueron más que preparativos para ello, ya que se acordó que debía reparar la puerta del gallinero, que estaba rota desde mucho tiempo atrás. Tomo algunas herramientas adecuadas para esa tarea y marcho al gallinero. Al llegar lo encontró sin puerta y sin gallinas en su interior. La demorada reparación se cobró un alto precio. Por eso, como la encontró, así la dejo. Recogió sus cosas dispuesto a marcharse cuando observo entre unos matorrales algunos huevos,-¨ bueno ¨-dijo ¨luego los vengo a buscarlos ¨, Y se fue maldiciendo su suerte. Así, sin resolver nada y renegando por las cosas que le pasaban llego a su rancho con la noche muy avanzada. No hizo más que echarse en el catre, cuando este se partió en dos. Si bien sabia de su mal estado nunca se ocupó de repararlo y así terminó roto y Don Mañana durmiendo en el suelo sobre una cobijas bastante raídas. Esa noche y las siguientes, le fue muy difícil conciliar el sueño, por la abundancia de alimañas que andaban por ese piso desparejo y falta de higiene, pero se habituó a esa incomodidad y así continuó su vida con ¨mañana lo arreglaré ¨pero ese mañana no llegaba nunca.
 Algunos días después de que se le escaparan todas sus gallinas, tuvo deseos de comer una tortilla y recordó los huevos que había visto bajo matorrales y decidió, finalmente ir a buscarlos. Al llegar al sitio, solo encontró las cascara se estos ya que una comadreja se había dado un festín un unos días antes. Enfurecido Don Goyo se marchó maldiciendo de su suerte. En el camino a su rancho se cruzó con un diminuto personaje que lo saludo amablemente, al tiempo que se acercaba a Don Goyo, que respondió el saludo quitándose el sombrero. El hombrecillo no era otro que el duende de los mensajes y esta vez le dijo ¨le oí maldecir de su suerte. No mi amigo, nos es cuestión de suerte, las cosas deben hacerse en el momento oportuno¨, y el hombre desapareció tras de unos altos matorrales. Sorprendido por el encuentro Don Mañana se alejó rascándose la cabeza. ¿Qué habrá querido decir ese enano? se preguntaba, al tiempo que continuaba quejándose de su mala suerte. Es que para él todo pasaba por la buena o mala suerte y pensaba salvarse quebrando ese designio. Entendió que si la cosa se trataba de suerte era cuestión de dar vuelta la taba, por lo que decidió cambiarla mediante la obtención de un trébol de cuatro hojas. En esa tarea se ocupó el resto de ese día y muchos más. Él que nunca madrugaba, lo hacía desde entonces todos los días, en su afán de conseguir ese trébol que cambiara su suerte, sin embargo la docena de conejos que había tenido enjaulado en su campo y tiempo atrás se habían escapado, como al igual que otros animales por su desidia. Ellos se habían reproducido y terminado con todo el trébol que había en cercanías de su campo. Por eso, la búsqueda fue infructuosa.
 Así buscando y buscando pasó mucho tiempo, tiempo que no utilizó para mantener lo poco que le había quedado en pie. Desconsolado por lo se encontraba viviendo, se tomó un tiempo para pensar que haría de su vida. Fue en ese momento que resolvió acostarse sobre el suelo y en medio del campo y voz en cuello grito ¨Don Mañana a muerto, Don Mañana a muerto ¨, luego respiró profundamente y se prometió cambiar su forma de vida para recobrar todo el tiempo perdido y poner en condiciones su propiedad que estaba convertida en tapera. Volvió a comprometerse en esa tarea e intentó levantarse del suelo, pero no pudo, no tenía fuerza para hacerlo y allí quedó acostado con los brazos en cruz ya no había más tiempo para él, había cumplido más de 80 años y sus fuerzas las había gastado buscando una solución mágica a lo que creía era su mala suerte. Allí quedó tendido para siempre Don Goyo. La noticia llegó pronto al pueblo y todos repetían ¨ayer murió Don Mañana ¨. Días después se encargaron de mantener la tapera que usaron como como ejemplo de lo que pasa cuando uno no se ocupa de lo que uno debe ocuparse con seriedad.

 sciosciagerarardo@gmail.com

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