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SE FUE UN HOMBRE BUENO, SE FUE UN BUEN HOMBRE

El día 13 de Marzo de 2007, EL PERIODISTA DIGITAL publicó una nota acerca de la salud del Cantante Sandro -o Roberto Sánchez- la cual resultara premonitoria y se republicara hace unos días a pedido del público con motivo de su fallecimiento. Dicha republicación ha tenido repercusiones internacionales imprevistas e impulsó a la autora de la misma, la periodista Norma Beatriz Pérez Lezcano, a la realización de una segunda nota, que nuestro medio publicara el mismo día del entierro del cantante. En un medio como Facebook, donde se multiplicaron a eternidad los homenajes de gente común, hemos visto con asombro la aceptación y lectura de esta segunda nota, en medio de centenares de miles de tributos. Es por eso que desde el suplemento de Cultura de EL PERIODISTA DIGITAL se ha decidido republicar la nota que apareciese en el cuerpo principal del medio esta misma semana, como homenaje a un realizador de la cultura universal



Se fue un hombre bueno, se fue un buen hombre

El código es la señal común de los hombres de barrio. Esos de los que van quedando pocos y de los que ya poco se sabe. Con códigos se nace, con códigos se vive, y también se muere. El hombre que había blanqueado mujeres, pero sólo después de aquella a la que había amado tanto, su madre, esa compañera de la mansión de Bandfield que nunca abandonó, aún teniendo el mundo a sus pies, dicen que dejó de existir.

Aquel pibe la tenía clara: ser de Lanús era la raíz, pero Bandfield era la proyección hacia una vida mejor... y a una cuadra de Pavón, ni hablar... ¡Qué ubicación! diría el hombre de barrio, pero ese paso sólo lo daba el que la pegaba...Y así de fuerte la pegó, como golpearon los tacos de las botas sobre el improvisado piso de madera de un desvencijado escenario de carnaval en el que una nena y un montón de nenes que se amontonaban cerca, dormirían hasta el próximo conjunto que iba a actuar esa noche: la banda de un morocho de labios gruesos que no paraba de moverse envuelto en un conjunto de charol negro que asustó a su corazoncito hasta que la boquiabierta extasiedad de su hermana la calmó de un suspiro, porque la enamoró. Pasó como un tsunami por Pico y Oyuela, o algo así, y la polvareda del piso de cemento se convirtió, esa noche, en la mejor pista de baile. Ella, tan chiquita, alcanzó a mirarlo de reojo bajar del escenario, después del show, él ya no miraba a nadie, ella estiró el cuello hasta que él desapareció completamente detrás de las tiras de una cortina de plástico. Se dio cuenta de que la vida pasaría y de que él siempre estaría allí, cantando... con códigos, como cuando produjo a Susana, y aunque la taquilla no acompañó y la pantalla explotó de sensualidad haciendo de "Tú me enloqueces" casi un homenaje de la diva, elegida seguramente por ser el tipo de mujer que a él lo movilizaba como tipo de barrio, nada acotó; como la única vez que un discurso lo vinculó de algún modo políticamente tomando partido por los Combatientes de Malvinas; o cuando lo agarró el Corralito y mirando fijo a una cámara dijo casi ingenuamente: "lo que gané lo tenía en el banco, esto es anticonstitucional..."; o como cada vez que cantaba "Así" y cerraba los ojos porque estaba concentrado en dar lo mejor. Y, paradójicamente, lo mejor jamás se irá con él, porque es infinita la cantidad de mensajes que dejó su lucha feroz por quedarse: "El cigarrillo mata", "Donar órganos es dar vida"... respetar una lista de espera del Incucai sin hacer usufructo de su condición de "Querido Sandro" fue ley, y es que para un tipo de barrio, además de los códigos los valores existen, y de qué manera.

A esta altura pienso cuántas editoriales estarán circulando sobre el ídolo, la persona, y confieso que no puedo ni quiero ponerme triste... y eso que hoy la televisión que me alimenta me tiró con calibre grueso, pero para mí Sandro nunca fue Roberto Sánchez, su vida del muchacho de Lanús jamás se trasladó a Bandfield y la alegría del oyito de su sonrisa todavía me sigue alimentando ese orgullo del ser argentino, aunque hoy sea más internacional que nunca, menos terrenal y más celestial, y hoy yo elija el egoísmo que me dejó como enseñanza este último tiempo, al no dejarse vencer y luchar para que no le destrozaran sus cuerdas vocales. El egoísmo de pensar que quería vivir simplemente para cantar, cantar y cantar... y escuchar el aplauso con la necesidad del oxígeno que se le retobaba, y si no podía darse en el arte ¿cuál podría ser la opción a seguir? Basta para mí. Sigo siendo aquella nena que se despertó al compás de un zapateo ensordecedor y vio la silueta de un muchacho hiperquinético perderse detrás de una cortina de plástico en busca de la salida de un galpón acondicionado para un baile de carnaval. Llevaba las botas repletas de tierra, la sonrisa radiante y una chaqueta de bolsillos bien cerrados con cierres que atesoraban los sueños más preciados, la seguridad de quien a nada le teme y la confianza de que alguna vez su obra personal sería maravillosa y trascendente, aunque humildemente le gustaba que lo llamaran don Sánchez, será por eso de que el tipo de barrio tiene entidad a partir de que a alguien se le ocurre decirle don, mientras le redoblo mi egoísmo, no pienso hablarle en pasado ni esta nena que hay en mí lo va a dejar ir así nomás, y si se está poniendo viejo, peor para usted, porque créame que las últimas veces que se dejó ver en público se lo vio muy guapo, así que siga siendo un tipo de códigos y de Lanús, y mímeme que me hace falta, cantándome, claro, y no voy a llorar, ¿sabe por qué? porque usted por lo bajo seguro haría cuernitos ahuyentando la malaria y yo me voy a volver a asustar, sólo cánteme, dele, -le cuento que hoy sonó su CD a full- y mi niña estuvo bien... ¿Quiere que hagamos un trato? bueno, váyase, pero de gira, y brille como una estrella, por sus nenas, sus fanáticos, sus afectos, y no se preocupe ¡Qué cosa! usted siempre preocupándose por dar más, y más, y ser el mejor para los demás... permítame, hoy piense en usted, aunque el trato también implique que seguramente como Gardel usted cada día cante mejor. Lo amamos, ¿lo sabe? usted siempre será nuestro queridísimo Sandro ¿de América?... de Lanús.

Norma Pérez Lezcano

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