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NICOLA DI BARI OCHENTA AÑOS DE UNA LEYENDA

NICOLA DI BARI 
OCHENTA AÑOS DE UNA LEYENDA 
 Autora del texto: Susana Cañil 
Este 29 de septiembre Michele Scommegna, (Zapponeta, provincia de Foggia, Apulia, 29 de septiembre de 1940) conocido internacionalmente como Nicola Di Bari, cumple 80 años. No es asunto baladí. Todo un referente de la música italiana e internacional perteneciente a una generación de estrellas tan deslumbrantes como irrepetibles; en ese particular olimpo, sólo reservado a unos pocos privilegiados, él destaca por encima de todos y de todo. Quién no conoce temas como “El último romántico”, “La primera cosa bella”, “Zíngara”, “Vagabundo” o el mil veces versionado “El corazón es un gitano”. Temas eternos tocados con la varita mágica adecuada para poseer el privilegio vitalicio de no pasar jamás de moda.
 NICOLA DI BARI con Susana Cañil
Su origen humilde nos recuerda que casi cualquier cosa es posible si se cree en ello y se hace con pasión. Si, además, pillamos al destino con antojo de protagonismo, nos modificará la hoja de ruta para siempre. Como fue el caso; un amigo heladero que se queda afónico, un joven italiano que iba para abogado, una voz ronca, desgarradora, o de “arena” como a él le gusta definirla, y un avispado productor que la escuchó y quedó enamorado de ella: la magia estaba servida y la leyenda en marcha.
 NICOLA DI BARI con su musa y esposa Agnese
 Tengo el honor de haber compartido con él toda una gira por América hace ya dos años y, entre actuación y actuación, pequeños grandes momentos de complicidad y confesiones personales. A día de hoy podría decir sin miedo a equivocarme que nos unen dos vínculos cardinales; admiración y cariño. Es un hombre con una personalidad muy definida, tanto en su estética (su sempiterno sombrero, sus trajes de factura impecable, sus gafas oscuras, su forma de hablar y gesticular y su mirada astuta), como en su carácter. Cree en la familia como pilar esencial de la sociedad y admira los valores como la amistad, la lealtad y las ansias de superación. Es un hombre inteligente y muy divertido, que gana en las distancias cortas, aunque es de ley reconocer que también posee una cuota del mal genio que saca a relucir en algunos momentos. No importa. Ante tanto talento (también es actor, aunque poca gente lo sabe), sacar los pies del tiesto le otorga la condición de humano, lo cual es de agradecer. 
No hay entrevista en la que este trotamundos no mencione con orgullo y bien alto su ascendencia, el profundo amor a su tierra y a sus padres, y esos comienzos en el mundo artístico que para nada fueron un camino de rosas hasta llegar a ser el ídolo de varias generaciones que hoy conocemos. 
 “Antes de poder ganarme la vida con la música tuve docenas de oficios diferentes”. 
Yo he sido testigo de las caras de la gente al verlo actuar, las reacciones, las lágrimas, los aplausos sentidos y como se saben sus canciones de memoria. Esa voz ronca que conquistó al mundo entero desde el primer momento, y que muchos han querido imitar, es única e inconfundible. Sin embargo, Nicola habla de ella con humor, pasando de puntillas y sin atisbo de arrogancia: 
“Sólo a Dios se le puede adjudicar por qué y cómo tengo este tipo de voz tan absurda, que al mundo le gustó muchísimo”. 
No voy a pormenorizar en este artículo sus logros, sus premios o sus reconocimientos sobre su rutilante trayectoria profesional, apunte axiomático y perezoso que San Google te puede desvelar con tan solo un clic. Voy a centrarme más en su lado humano, el gran desconocido para la mayoría del público que, por ende, suele resultar el que despierta mayor interés. En América es un ídolo indiscutible con el que apenas puedes andar por la calle sin que le paren cada pocos metros. Atiende a cada uno personalmente. No se para, se hace la foto de rigor y se va, no. Charla con cada uno, responde a sus preguntas, firma autógrafos y hasta graba vídeos cuando algún fan se lo pide. Y todo ello sin perder la sonrisa, la exquisita educación y el buen humor. 
Ochenta años. Un número redondo. Pero tan solo una cifra en una vida marcada por las cifras; sus más de 50 millones de discos vendidos, 2 veces ganador de San Remo, al menos 20 números uno de sus canciones a nivel mundial, miles de escenarios testigos de su inconfundible identidad romántica, millones de kilómetros recorridos y cientos de países visitados. Hay otro número, guarismo éste desconocido por incalculable, pero de importancia capital en la vida del cantante: el de sus fans, la devoción de un público que le venera y le es fiel desde hace más de cuatro décadas. Allí dónde va, ellos le siguen hechizados por sus temas y su voz, igual que los niños seguían a Hamelín embelesados por las notas de su flauta. 
“Un artista no es nada, nadie, sin el público”. 
Pero en lo que atañe a su vida íntima Nicola opta por el guarismo mínimo alejándose de la suma de dosis y centrándose en las joyas con nombre y apellido; 56, los años que lleva junto a su esposa Agnese, pieza indispensable de esa estructura arquitectónica, universal y común a todo el mundo llamada vida y 4, el número de hijos que tiene a los que adora por encima de todo. “Mi vida se llama Agnese. Desde que la conocí hasta hoy ha sido un gran romance, yo voy caminando por el mundo a su lado, para mí la vida sin ella sería insignificante”. Para él el éxito se resume en pocas líneas: tener una familia que te quiera, un pequeño puñado de amigos leales, un hogar al que poder regresar tras cada gira, ser fiel a uno mismo por encima de todo, tener el privilegio de tener una compañera de viaje excepcional como su mujer, disfrutar de pequeños placeres, viajar, no perder nunca la curiosidad ni la ilusión y enamorarte cada día de tu profesión. 
 Nicola es conocido mundialmente como “El último romántico”, aunque él se resiste a serlo: 
"Sería una tragedia que yo fuera el último romántico. Es una manera con la que suelen presentarme por mi estilo y mi música. Te aseguro que no lo soy, sino uno de los tantos que le dedican su vida al romanticismo”. 
Le gusta el buen vino, lo mejor de la gastronomía de cada país, leer, conversar y fumar. Adora el jamón serrano, el whisky de malta y la cerveza Corona. 
 "Si tengo que vivir sin vicios, mejor morir”, dice. 
 En estos días que hemos hablado con él, se muestra preocupado por la situación mundial que nos acontece, con una pandemia que ha azotado a todo el planeta por igual, sin distinciones, algo que nunca imaginó tener que vivir. No es temeroso, pero sí extremadamente prudente y nos confiesa su apetito irrefrenable de volver a los escenarios cuando el virus esté doblegado y sea solo un mal recuerdo que al habremos sobrevivido. 
No le pesan los ochenta a un hombre eternamente joven. 
¡Muchas felicidades, maestro!

Comentarios

  1. Felicidades, maestro! Su música me ha acompañado en muchos momentos de mi vida. Excelente reseña de Susana Cañil... Muchas graciasss

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  2. Una entrevista genial que nos acerca al gran artista. Tengo muy buenos recuerdos en los que de niña y durante los viajes largos que emprendía con mi familia, en los que sonaba Nicola Di Bari en el radio cassette del coche.Y en casa, por supuesto.
    Inolvidable.
    Gracias.

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  3. ¡Que suerte haber compartido un poco de tiempo con él! Hasta para un viejo rockero como yo, su voz y sus canciones resucitan siempre gratos recuerdos.

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  4. soy nacido en foggia como el y lo segui siendo emigrante en Argentina volviendo A iTALIA me lo encuentro residiendo cerca de mi casa en Milan -su vida y sus canciones traen muchos recuerdos de vida mi hermano Jorge que era enfermero lo conocio en la Clinica Zuchi de Monza - historias de vida--Saludos y Augurios

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  5. Excelente, gracias Susana Cañil por darnos a conocer los rincones de un grande, excelente artista que deja huellas en cada una de sus presentaciones.

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