Esta semana ha tenido lugar en Madrid la puesta de largo del libro (otro más) del polifacético Miguel Vigil. Editado por Éride, que es sinónimo de tradición y calidad, y presentado en un espacio sumamente acogedor, con el provocativo nombre de La Livrería, donde los libros, la cultura y las personas son los únicos protagonistas, dejando afuera la inelegancia y rusticidad que nos contamina por doquier.
En un claro guiño de humor y complicidad con su persona, y su personalidad, diría que Vigil es multifuncional, poliédrico y polisémico, un atípico que nos vuelve atópicos, diseminador de risas, risitas y sonrisas, sospechoso en primer grado de poseer un talento que le coloca en la diana de los más buscados (me pregunto si darán recompensa como en las pelis), agitador y revoltoso, tejedor de letras que lo mismo convierte en canciones, poemas, novelas o inteligentes arengas que ya quisieran los políticos derramar en alguno de sus tediosos discursos.
Solo esta información ya debería incitar al lector a buscar su obra, pero si le añadimos que Vigil es cantante, compositor, humorista, actor, monologuista, guitarrista, a veces tocador y siempre un trovador destinado a vivir en una era anacrónica, la curiosidad ya debería haber invadido vuestro torrente sanguíneo.
El hombre perfecto, o casi es el título que ha elegido para su última obra. Y no tiene trampa…o sí. El protagonista se llama Adrián Giménez, con G y es perfecto; inteligente, culto, educado, bello, con todo tipo de talentos y ornamentos, pero…¡Ay, terrible la palabra “pero”, que anticipa siempre algún desastre, desatino, desazón o como en el caso que nos ocupa, desilusión. Porque el pobre Adrián es incapaz de sentir amor. Es decir, un perfecto imperfecto. Y además, infeliz.
Con un punto de partida que nace desde la sencillez, la ironía y la ocurrencia, nos desgrana en clave de humor y amor, las andanzas del desdichado Adrián, que a pesar de tenerlo todo, carece de lo más elemental; el oxígeno para respirar que supone enamorarse con todos sus daños y beneficios colaterales.
Vigil domina el lenguaje con soltura y hace malabarismos con las palabras. La obra con final abierto, deja un rastro de esperanza que no es verde, pero sí aceitunada, para que el lector pueda decidir y reflexionar y con ello sentir que forma parte, aunque sea un poco, del libro.
Una pequeña joya de Vigil de obligada lectura. Porque él no es perfecto y ahí radica la belleza.
Autora del texto: Susana Cañil
Estraordinaria reseña con un juego de palabras divertidas y empastadas con gran ingenio, que consigue su objetivo... que busquemos al autor del libro y que consigamos su libro de "el hombre perfecto o casi"
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