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MUY DISTINTA

MUY DISTINTA 
En un bello pueblo, de esos que existen tan solo en los cuentos, vivía una niña que, aunque muy bella, descreía que lo fuera. Es que en ese lugar de casa baja y chimeneas humeantes, su gente estaba muy ocupada en trabajar y no había tiempo para nada más. Allí no existían relojes que midieran el tiempo, aunque el mediodía y la media noche estaba marcada por unas campanadas que llegaban desde una torre levantada en medio de la ciudad. En cambio el comienzo y fin de la jornada laboral era dada por un silbato de vapor, aunque eso no impedía que algunos comenzaran más tarde o terminaran más temprano de trabajar. 

Otra de las particularidades de ese pueblo que no figura en ningún mapa moderno, era que allí no se conocían los espejos. Por eso todos vestían con ropa colorida y no siempre adecuada a su tamaño y muchas veces mal abotonadas o colocadas al revés. También sus rostros eran muy particulares, los unos tenían los ojos muy juntos, los otros en notorio desnivel. Mientras algunos poseían la boca de costado y otros la nariz puesta donde iba la boca. De esto nadie se daba cuenta y solamente eran advertidos cuando se cruzaban los vecinos, mirándose extrañados y muchas veces riéndose el uno del otro por esos defectos faciales y por estar mal vestidos.
Es por esa razón, que la pequeña Lucia, que a diario recorría el pueblo dudaba que fuera su rostro bello como le decían sus padres y vecinos. La niña, entendía que no podía ser distinta a los demás, porque toda la población poseía algún defecto en su cara. Ella buscaba saber la verdad, pues se negaba a creer que era distinta a todos, aunque sí lo era en verdad. Un día, decidió alejarse del vecindario sin pensar que ese paseo le posibilitaría develar el misterio en torno a su figura. Camino durante algunas horas por un antiguo sendero por el cual ya nadie transitaba, hasta que llego a un pequeño bosque, el que atravesó con cierto temor.
Cuando logró cruzarlo se encontró con un estanque cuya orilla sombreaban algunos sauces, los que además duplicaban su imagen dentro de él. Miro los arboles con detenimiento desde cierta distancia y luego observó la imagen que devolvía el agua, notando que no había diferencias, es decir era una réplica exacta de ellos. Fue entonces que decidió acercarse aún más. Al hacerlo, unas ranas que estaban al borde de la laguna saltaron dentro, provocando ondas que desfiguraron el paisaje reflejado sobre hasta las entonces quietas y cristalinas aguas.
No pasó mucho tiempo que todo volvió a la normalidad. Solamente una suave brisa movía las ramas de los sauces y ese movimiento era copiado en la superficie del agua, que también reprodujo la imagen de Lucia un tanto desdibujada por el movimiento de las pequeñas olas. Sin embargo al detenerse se convirtió en un improvisado espejo. Así pudo verse por primera vez tal cual era. Entonces, la niña entendió porque sus vecinos veían el defecto en el otro y no los propios. A ellos les ocurría lo mismo que a la pequeña que pese a que era elogiada por su belleza, no creyó que así fuera hasta que pudo verse en ese espejo de agua, al que nunca había llegado ningunos de los habitantes del pueblo. Al comprobar que era distinta a todos como le recordaban siempre, quiso hacer algo distinto a todos para que dejasen de reírse los unos de los otros.
De regreso a su hogar, puso en marcha un plan para lograr el cometido. Así fue como durante varios días organizó en la hora de descanso de los lugareños una excursión a la laguna que le permitió descubrir su figura tal como era. Por decenas fueron llegando a la orilla de esa laguna y, allí, pudieron descubrir como en realidad eran. Aunque nadie se lamentó porque sus facciones no eran como las de Lucia, a partir de entonces nunca más volvieron a reírse o criticarse mutuamente.

 sciosciagerardo@gmail.com

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