EL BASTÓN DE PABLO
(Prosa poética)
Su andar era cansino, pero la dificultad que tenía no evitaba mostrar su refinado garbo, que lucía dignamente. Su ropa era antigua pero cara y denotaba el linaje que portaba. A mí lo que más me llamó la atención fue
su bastón de plata (o algo parecido), que brillaba con el sol de esa hermosa mañana de verano. En la que tuve la oportunidad de cruzarlo en mí solitaria caminata. Bastón que le servía para apoyarse y mantener el equilibrio, disimulando bastante el problema óseo que sufría desde antaño.
Decían “las malas lenguas”, que siempre existen en los pueblos chicos…
(pueblo chico infierno grande), que Pablo (que así se llamaba aquél señor),
había llegado hacía ya varios años, después de salir de la cárcel, escapando
del repudio de un crimen que había cometido con su bastón plateado (bellamente grabado). Por una cuestión de juego, en una noche negra, donde
tallaba el diablo, el póker era el motivo y la muerte andaba rondando.
Era un caballero pero de pocas palabras y jamás contaba algo de su pasado.
Vivía solo en una casa grande y costosa, con bellos jardines y una hermosa
fuente de mármol con ángeles alados mirando al cielo. Que había heredado
de un tío rico que la hizo construir para casarse. Jamás molestaba a nadie,
inspiraba respeto y quizás cierto temor al acercarse. Era infaltable en las
misas del domingo a la mañana, y yo deduzco que nunca debe haber querido confesarse, (pero quizás lo digo de puro mal pensado).
Habrá tantos personajes misteriosos en cada pueblo, de los que se cuentan
historias inventadas o historias reales y de las que la verdad solo Dios sabe.
Pero el bastón de Pablo les aseguro, que tenía un no sé qué, que te hacía
alejarte al contemplarlo.
Gabriel Tejo
Comentarios
Publicar un comentario